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La enseñanza de las Ciencias Naturales en Educación Parvularia
- publicado por Equipo Oportunidad
- Categorías Artículos
- Fecha abril 13, 2022
El núcleo Exploración del Entorno Natural, contenido en las Bases Curriculares de la Educación Parvularia, se refiere a la interacción con procesos y fenómenos naturales, sociales y culturales, el cual pretende que los niños y niñas, a partir de su curiosidad e interés, puedan conocer, distinguir y comprender los fenómenos naturales y socioculturales para descubrir su entorno natural (Mineduc, 2018).
Este núcleo señala la importancia de promover las habilidades necesarias en niños y niñas para que puedan realizar preguntas e interpretaciones sobre los diversos elementos y seres vivos que observan en el entorno natural, debiendo ser las educadoras de párvulo quienes brinden las herramientas y estrategias didácticas adecuadas para la enseñanza de las ciencias naturales.
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La importancia y beneficios del aprendizaje de las ciencias naturales desde la educación parvularia.
Los equipos expertos señalan que cuando se priva a los niños y niñas de experiencias con la naturaleza, estos pierden importantes espacios de desarrollo cognitivo y emocional, ya que carecen o disminuyen potencialmente su capacidad de exploración, de creatividad, de destreza para la convivencia y para la resolución de problemas. Incluso, hay profesionales de las áreas de la pediatría, educación y psicología que ya hablan del síndrome o trastorno por déficit de naturaleza, un mal que afecta a los pequeños y pequeñas que viven alejados del contacto con entornos naturales y presentan algunos síntomas de obesidad, estrés, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, y fatiga crónica o depresión, entre otros síntomas.
Las experiencias en la naturaleza tienen beneficios cognitivos y emocionales para niños y niñas. La exploración del entorno natural se vincula al desarrollo temprano del cerebro, la capacidad de concentración, la memoria, y la función ejecutiva (la importancia del cómo aprendemos frente a qué aprendemos).
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Asimismo, contribuye al desarrollo de la futura capacidad intelectual, proporciona oportunidades para mejorar la motricidad y estimula las sustancias químicas que mejoran la comunicación neuronal. “Ahora hay pruebas suficientes que demuestran un vínculo muy causal entre el aprendizaje al aire libre y los logros académicos. Ahora sabemos que la naturaleza influye en la capacidad de aprendizaje y participación de formas muy específicas”, afirmó en una entrevista a National Geographic, Sarah Milligen-Toffler, directora ejecutiva de Children & Nature Network.
La Teoría del Aprendizaje basado en el Cerebro indica que el movimiento y la actividad física al aire libre pueden fortalecer la capacidad del cerebro de aprender, retener y recordar lecciones. Varios estudios, entre ellos el de Movimientos Inteligentes (Carla Hannaford), revelaron que muchas de las mismas vías nerviosas en el cerebelo -un área del cerebro muy compleja que participa en la coordinación de los movimientos motores- también están vinculadas a los procesos de aprendizaje.
Las investigaciones posteriores indicaron que las actividades que implican movimientos ayudan a que ambos lados del cerebro conecten y se comuniquen, eso quiere decir que actividades como excavar en busca de un tesoro, agacharse para ver un insecto más de cerca, saltar charcos de agua o actividades lúdicas al aire libre pueden estar conectadas directamente con mejores capacidades de lectura y escritura a futuro.
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Pensando la didáctica de las ciencias naturales en niños y niñas
El núcleo Exploración del Entorno Natural tiene una orientación pedagógica para que la educadora realice estrategias educativas a través de experiencias lúdicas, propiciando un ambiente de aprendizaje donde se encuentren o usen distintos elementos y/o materiales del entorno físico y natural donde los niños y niñas puedan explorar y experimentar.
Observar insectos, plantar semillas, oler flores o ver animales, por ejemplo, permiten a los más pequeños y pequeñas ejercitar todos los sentidos y estimular tanto el cerebro como las emociones, las que también son muy importantes para construir el conocimiento. Se puede dar un pequeño paseo por el jardín o ir a un parque cercano y hacer preguntas como ¿Cómo es la tierra? ¿Se parece a la arena, por qué? ¿En qué se diferencian las hojas de los árboles? ¿Cómo es tu insecto favorito, por qué? Incluso hay lupas que pueden revelar detalles increíbles.
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Este tipo de actividades con preguntas despiertan interés y curiosidad, y no requieren necesariamente viajar a lugares especiales. De hecho, un estudio que analizó resonancias cerebrales de niños/as en Barcelona determinó que el mero hecho de tener acceso a un espacio verde, incluso poder ver árboles y el cielo desde una ventana, se asociaba al aumento de las áreas del cerebro vinculadas a la memoria, la atención y la puntuación de pruebas cognitivas.
La investigadora Sarah Milligen-Toffler, señala que aunque estar en la naturaleza no siempre es fácil porque muchas personas viven en la ciudad, el ver el cielo y los árboles, explorar lo que hay en la calle o identificar especies locales, son formas muy efectivas de conectar y aprender. De hecho, en una de sus investigaciones ha señalado que los entornos al aire libre pueden ayudar a la gente a establecer lazos sociales sanos y beneficiosos, ya que hablar a los niños y niñas durante excursiones cortas daba lugar a una mayor locuacidad, receptividad y comunicación entre padres, madres e hijos/as.
Antes de los seis años las principales aportaciones del contacto con la naturaleza son la exploración sensorial, el enriquecimiento y control del movimiento, la mejora del autocontrol y de la capacidad de enfocar la atención, y el respeto. Los espacios naturales se convierten en un gran recurso pedagógico para educar la percepción y hacer que los niños y niñas aprendan a discriminar, a categorizar y a ordenar la información, a establecer vínculos afectivos con la naturaleza y los seres vivos, y a desarrollar sentimientos de respeto y de protección del medio ambiente.
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